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jueves, 16 de diciembre de 2010

El prodigio de la raspa

Qué maravilloso, o devastador, es el poder de la palabra. Cómo un órgano tan pequeño puede causar tanto daño o tanto bien. Las heridas del cuerpo se curan, pero no las del alma que, aunque bien cicatrizan, siempre duelen de hito en hito como unas articulaciones en mal estado.

Hace una semana escribí sobre el poder devastador de las palabras en una entrada llamada el clavo y la madera. Sin embargo hoy quiero escribir la parte positiva, la que a veces se me olvida.

Del corazón habla la boca y, aunque hay personas malas por naturaleza, también las hay que son como un vaso de agua fresca en medio del desierto. Son el tipo de personas que jamás tienen una palabra áspera. Son amables y cálidas y su boca rebosa de esa calidez que te hace entrar en calor y sentirte mejor. Deberían haber más personas como esas, pero lo cierto es que todos tenemos ese don en nuestro poder. Todos podemos decir algo bueno del que tenemos al lado. Dar las gracias por una acción o simplemente sonreír. ¡Hay tantas cosas que podemos hacer para iluminar la vida de otros! A menudo recurrimos a la destrucción con nuestra lengua, somos altivos y creemos que nadie ni nada podrá con nosotros solo porque podemos hundir al prójimo con un argumento o un desdén. Sin embargo eso no tiene mérito. Curar heridas, ser amable, agradecido, cálido... eso es lo difícil.

¿Conocéis a alguna persona que haya producido el "prodigio de la raspa"? Espero que tengáis la suerte de hallaros con alguna persona así, del mismo modo que deseo que vosotros seáis el "prodigio de la raspa" para otros.

Fotografía y poema sacado de http://www.antoniomas.com/raspas.htm


EL PRODIGIO DE LAS RASPAS

En su boca
no había mordiscos,
sólo besos.
Tal vez así
pudieran explicarse
los asombrosos sucesos
que se producían
allá por donde fuera.
Como aquel día
en el que yo mismo fui testigo
del prodigio de las raspas.

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