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viernes, 26 de noviembre de 2010

Cuando las mariposas se van





La películas suelen acabarse en el beso o en el sí quiero. Sin duda dejan el final en su punto más álgido, pero ¿qué hay más allá del final feliz? ¿Se cumpliría la célebre frase "y fueron felices y comieron perdices"? Conquistar es fácil, lo difícil es retener.

¿Qué sucederá a los protagonistas cuando desaparezcan las mariposas de sus estómagos, cuando ambos engorden diez o veinte kilos, a ella le salgan pelos en la barbilla y a él en la espalda? ¿Qué sucederá cuando el cansancio del trabajo y la vida familiar vayan haciendo mella en la relación? ¿Qué sucederá más allá de ese final feliz que nos presentan las películas? 
Soy romántica por naturaleza, os lo aseguro, me encantan los besos robados, las proposiciones de rodillas y las bodas íntimas a la luz de las estrellas, pero, siendo realistas, eso no proporciona la felicidad y el amor perdurable a través de los años.
El verdadero amor  es lo que queda cuando las mariposas se van, es cuando entiendes que tu promesa de ser fiel y estar con la persona amada va más allá de los sentimientos. El amor también es una decisión. Decisión de amar, de cuidar, de ser fiel, de sacrificarte, de soportar, de tirar del carro cuando el otro está cansado, de soñar por ambos y luchar por mantener la llama encendida. Lo fácil es dejar pasar los días hasta que el cosquilleo desaparece y volver a empezar con otra persona, otro rostro, pero al fin y al cabo el mismo final. Las mariposas siempre se marchan, el verdadero amor se queda.

"Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, soportarlo todo. El amor nunca deja de ser" (1º corintios 13:7,8)

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