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jueves, 9 de septiembre de 2010

Calcetines de colores


Ya llegó septiembre y, con las bajadas de temperaturas, la vuelta al cole, el trabajo, las chaquetas finitas para la primera hora de la mañana, las bambas y los calcetines.
Yo tengo la piel muy sensible y me cuesta adaptarme a los calzados de temporada. Cuando llega el verano me cuesta como una o dos semanas hacerme a las sandalias y a sus rozaduras. Ahora, con el fresco, me resulta extraño tener los pies enfundados y aprisionados en mis zapatos y calcetines. Por cierto, me gustan los calcetines de colores, solo tengo calcetines negros para cuando mis calcetines rojos o verdes dan el cante y necesito dar una mejor impresión. Escojo el color dependiendo de mi estado de ánimo o de la ropa que llevo. Como no tengo calcetines amarillos, a juego con la camiseta que llevo hoy, me he enfundado unos negros, que por cierto, me están cociendo los pies, pero sé mis pinreles necesitan un período de adaptación.

Ojalá hubiera un período de adaptación para los padres en la semana de la vuelta al cole de los niños. P3 tiene un horario para adaptarse a las nuevas rutinas, los niños de guardería también, incluso mis pies tienen un período de adaptación en el que pueden elegir qué calzado ponerse hasta acostumbrarse a la nueva situación. Sin embargo, los padres no tenemos ese espacio donde nos podamos amoldar a las diferentes circunstancias. Tenemos que dar el cien por cien en todas las áreas de nuestra vida en todo momento, no importa cuántos cambios hayan o cuántas dificultades nos acarreen tres horarios distintos en el colegio de los niños y miles de de responsabilidades a encajar en nuestra apretada agenda. Profesores, médicos, jefes, tu madre que se escandaliza porque tienes una pila de platos por fregar cuando ni siquiera has tenido tiempo de dormir decentemente por la noche, te exigen que des más de lo que tu cuerpo aguanta.

Por eso creo firmemente que los padres deberíamos tener un tiempo en el que se nos permita parar y adecuarnos a las nuevas circunstancias. Lo malo es que si nosotros aflojamos el ritmo... la vida se nos come por los pies, por los mismos que se cuecen, en septiembre, tras unos calcetines de colores.

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