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domingo, 5 de septiembre de 2010

Invictus

Me encanta el cine. Es una de mis grandes aficiones. Hoy he visto la película que lleva por nombre el poema de  William Ernest Henley: Invictus.

Jamás podré compararme con Mandela y con las profundas y terribles tribulaciones que tuvo que padecer por luchar por un sueño.

Sin embargo he padecido lo mío. Aún recuerdo lo que aquellas personas, que no fueron pocas, me dijeron cuando me casé: "quién iba a pensar que alguien te iba a aguantar" "siempre creí que te quedarías para vestir santos"...
Seguidamente me harté de llorar por la gente que me decía, aún con mi recién nacido acunándolo entre mis brazos,: "quién iba a pensar que tú algún día serías madre... claro, que en el fondo eres una mujer..."
Recuerdo aquellas palabras de mi traumatólogo cuando me afirmó: "si no dejas de entrenar para INEF te quedarás en silla de ruedas a los cincuenta años" o aquel otro que entre gritos aseguraba "si no te operamos el tobillo te quedarás coja, niña"
La lista de críticas destructivas han superado las constructivas, o al menos, mi cerebro ha retenido más las que deseban hundirme. He luchado contracorriente en un ambiente hostil y terco, por eso me han asestado miles de golpes, que si bien hubiera preferido que fueran físicos, ya que éstos curan rápido, y miles aceptaría de nuevo por seguir defendiendo la dignidad y el poder de decisión de la mujer fuerte .

Puedo añadir que Dios me ha enseñado que no nos da una prueba que no podamos superar. Y miradme, aquí estoy, siendo amada, con hijos y caminando, aunque apartada del mundo del deporte. ¿Qué más se puede pedir?
Tengo todo lo que necesito, aunque no todo lo que soñé. Pero todavía me queda mucho amor por dar, muchas palabras que verter en tinta y muchas historias que contar, porque aún me queda mucho que no han conseguido arrebatarme: mi alma rebelde y luchadora.
 Tal vez poca gente crea firmemente que pueda acabar mi libro y que me lo publiquen algún día. Por el momento llevo doscientas páginas escritas, unas cuatrocientas de un libro. Lo lograré.
Sé que puedo. Sé que tardé mucho en conseguir el amor verdadero, pero lo hice y no creo que muchos puedan afirmar lo mismo. Sé, con la misma seguridad aférrima, que lograré también este sueño, aunque lo vea a través de unos ojos estigmatizados por el tiempo. Cuando llegue ese momento recitaré con mi rostro poblado de arrugas el mismo poema que recordaba Mandela cuando necesitaba fuerzas: Invictus.

En la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante, la amenaza de los años 
me halla, y me hallará, sin temor.
Ya no importa cuán recto haya seguido el camino
ni cuántos castigos lleve a la espalda,
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.



El original reza así:


Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be,
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance,
I have winced but not cried aloud.
Under the bludgeonings of chance,
My head is bloodied but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears,
Looms but the horror of the shade.
And yet the menace of the years,
Finds, and shall find me, unafraid

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate,
I am the captain of my soul.



Aún cuando he sido más debil que el poeta y si bien he sangrado y me he postrado, he llorado y suplicado... nadie volverá a hacerme sentir pequeña. Porque Dios ha sido mi escudo y mi protector. Porque Dios me ha levantado cuando he aprendido lo que necesitaba de dichas circunstancias.
Todo me ha servido para aprender miles de cosas, la primera es que jamás dejaré que me arrebaten mi dignidad. No dejaré que me pisoteen lo que más quiero: Dios, mi familia y mis sueños. Dios me creó y soy suya, pero me dio la libertad de ser la dueña de mis decisiones. Por lo que repito:

...
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable
...
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

2 comentarios:

  1. Me encanta como escribes. tu sencillez, tu franqueza y como sin quererlo, llegas a lo profundo del alma... Lo cierto es que aunque nos conocimos en el pasado, realmente, nunca he tenido la oportunidad de conocer a "Dámaris"... pero nunca pensé que no te casarías, ni que nunca llegarías a donde te lo propusieras, siempre me pareciste guapa, inteligente... una ganadora... y aun lo creo. Sé que llegarás muy lejos y que Dios tiene todavía muchos sueños por cumplir para ti y muchas cosas grandes, entre ellas, tu primer libro... digo tu primero, porque sé que llegarán muchos más porque no sólo eres valiente y perseverante, sino que, además, tienes talento.
    Un abrazo Lidia :)

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  2. Gracias Lidia. Eres un sol. Me emocionan tus palabras. No te preocupes, ahora tenemos el tiempo para conocernos de verdad. Un beso y sigo esperando ese blog... jeejje

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