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domingo, 19 de septiembre de 2010

Dedo encogido, brazos abiertos

Ayer hice una reflexión sobre aquellos cristianos que se dedican a juzgar, condenar, criticar, apartar y desechar con la boca llena de la palabra de Dios.Y hoy intento satisfacer la petición de aportar una solución. Así veo yo las cosas.

No se me ha ocurrido mejor ilustración que mi propia vida. La experiencia personal puede estar errada en las conclusiones, pero jamás se puede tachar como mentira.
En una de mis publicaciones, invictus, mencioné que la gente no pensaba que yo me podría casar ni tener hijos, sin embargo, no especifiqué el porqué. En mi juventud, en mi iglesia local, rumoreaban que yo era lesbiana o, almenos, eso me ha llegado a los oídos. El porqué todavía sigue siendo un misterio para mí.

Como pensaban que en mi vida había un pecado me señalaban con el dedo índice sin tener en cuenta que otros tres les señalaban a ellos. Me criticaban, me apartaban, me condenaban y me dejaban de lado. Sin embargo, aunque la premisa de mi condición sexual era falsa, ¿qué hubiera pasado si fuera verdad?
¿Quién de nosotros no pecamos en nuestro día a día? El orgullo, el rencor, la mentira, el enojo, palabras malsonantes, no hacer todo el bien que sabemos hacer... todos tenemos una mancha en nuestra camiseta. Todos necesitamos lavarla. Creo firmemente que si crees en Dios y en Jesús eres salvo, independientemente del tipo de mancha que lleves en tu ropa y del pecado con el que luches día tras día.

¿Dónde está eso de "el que esté libre de pecado que lance la primera piedra"? Ahora no lapidamos, pero señalamos con el dedo porque, tal vez, eso nos haga sentir más santos. Pero la santidad no recae en señalar los pecados de los demás, sino en superar los nuestros. 

La base de mi solución es ENCOGER EL DEDO y ABRIR LOS BRAZOS. No intentemos quitar el pecado de la vida del otro, intentemos quitar el nuestro, mientras, por el camino de la vida extendamos nuestros brazos para acoger al que tengamos al lado. Necesitamos amor, no juicio. No estoy diciendo que debamos cerrar los ojos al pecado y ser transigentes. Digo que tengamos los ojos abiertos para que el primer pecado que veamos sea el nuestro. Si tenemos la suerte de superar cada uno de nuestras ofensas a Dios, al acabar de nuestra vida, podremos ayudar a nuestro amigo a superar las suyas. Entonces, al dar el último aliento, veremos que hemos tenido un amigo a lo largo de nuestra existencia, aunque no haya sido perfecto. Tal vez con nuestra compañía  y nuestros brazos abiertos hayamos ayudado, sin pretenderlo, a que la paja del ojo ajeno se haya caído por el camino.


Mi solución es sencilla y difícil a la vez.  
ENCOGE EL DEDO Y ABRE LOS BRAZOS

3 comentarios:

  1. Oye ¡que curioso!, de un amigo mío y de mí también decían sino tendríamos una relación bastante mas estrecha que la amistad en la iglesia el tiempo, una dama y tres mini fabricas de mocos han demostrado que no era así...

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  2. Historias como la tuya me ponen el vello de punta. A veces hablamos, criticamos y señalamos y ni siquiera nos dignamos a acercarnos y abrir nuestros brazos.

    Además, los cristianos, tendemos a pensar que los pecados sexuales son más graves... y sí, eso daría para largo.

    Un beso y gracias por compartirlo.

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  3. Veo que no he sido la única... gracias por compartir tu experiencia con nosotros.

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